sábado, 6 de octubre de 2012

Todo esto me resulta un auténtico delirio


Todo esto me resulta un auténtico delirio. Todas estas calles abarrotadas de gente, apenas se puede caminar. Esa mezcla irrefrenable que te inunda por completo, todas esas excesivas fragancias a especias. Entre estas calles parece que los cinco sentidos experimentan la mayor de las sensaciones. Los aromas te empapan de mil emociones. Sus elegantes y coloridas vestimentas femeninas te sumergen en un mundo de colores. La música procedente de algún punto concreto del mercado resuena en mis tímpanos y hace que mi cuerpo entero sienta ganas de bailar. Esa comida picante que hace que me arda la boca, pero que me encanta. Y mi mano paseando sobre las telas que cuelgan de los tenderetes, sintiendo con mi tacto nuevas texturas.

Le dedico una radiante sonrisa a Adam, que camina silenciosamente a mi lado. A diferencia de mí, que observo el lugar con emocionante expectación, él recorre con la mirada, sin demasiado interés, las pequeñas tiendas que se extienden a ambos lados.
Todo esto me parece paradójico. Yo, una chica de origen indio, pero que toda su vida ha vivido en Inglaterra. Él, un chico de origen inglés, pero que desde apenas los seis años vive en este inesperado lugar.
Dejando el mercado atrás nos adentramos en la solitaria playa. Nos alejamos hacia los grandes pedruscos que crean un saliente, donde el agua de las olas impacta con fuerza contra las rocas. Nos acomodamos uno junto a otro, en silencio. Respiro el aroma del mar, ese olor inconfundible, y observo el sol acercándose al horizonte, tiñendo el cielo de un naranja rojizo que te envuelve.
-¿En qué piensas? –me pregunta él en un susurro, con miedo de romper el ambiente silencioso que nos rodea.
-En muchas cosas –contesto-. Llevo un mes aquí y cada cosa que veo me sigue sorprendiendo como el primer día –hice una larga pausa-. Recuerdo que cuando era una niña me encantaba probarme los vestidos hindúes que tenía mi madre. Había uno de mi hermana color azul que me apasionaba. Me lo probaba y me imaginaba aquí, en la India; soñaba que me casaba y que todo era perfecto aquí –salgo de mi ensimismamiento-. Pero entonces era solo una niña, ahora me doy cuenta de que todo no son vestidos llenos de colores y bailes eufóricos. De un solo paso puedes pasar de lo lujoso a la misma miseria, y el corazón se me encoge de verlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario