La habitación está en completo
silencio. Ella está tumbada frente a mí. Con sus brazos se cubre el rostro y su
mirada está clavada en las sábanas, mientras su mente se encuentra a kilómetros
de aquí. La miro y quiero acercarme a ella, no de una manera física, no solo el
hecho de abrazarla, sino de poder ayudarla.
Sé todo lo que ha tenido que
sufrir, conozco mejor que mucha otra gente por todo lo que ha tenido que pasar.
Me acurruco sobre ella y acaricio
su pelo. Permanece totalmente inmóvil, no mueve un solo músculo no dice una
sola palabra. Empiezo a temer que vuelva la chica que era hace unos meses,
porque sé que esa chica está luchando por volver a salir. Aquella chica que se
envolvía en una coraza y no permitía que nadie absolutamente la penetrara, aquella
que no era capaz de enfrentar lo que le sucedía; aquella que se escondía de
todo. Ahora está intentando ser fuerte, tratando de no dejar escapar ninguna
lágrima.
No digo nada. Sé que nada de lo
que diga puede cambiar lo sucedido, así que me limito a abrazarla. No soporto
verla en esta frustrante situación. Es cuando mis brazos la rodean cuando
parece reaccionar, vuelve a la realidad. Levanta la mirada y clava sus ojos
llorosos en mí. Yo la miro y beso su frente. Es entonces cuando ella se
derrumba. Hunde su rostro en mi pecho y comienza a llorar. La abrazo más fuerte
y trato de consolarla.
Porque supongo que el amor es
eso, es estar ahí para verla reír, pero también es estar ahí para verla llorar.
Sin duda el amor es para las buenas y para las malas.
ResponderEliminarQué razón.
Un besazo, May R Ayamonte
QUE BIEN Marta, me encanta y me ha recordado a mi libro!
ResponderEliminarQUE BIEN Marta, me encanta y me ha recordado a mi libro!
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